Auge y caída del superpolicía.


En su infinito afán de poder, Genaro García Luna siempre tuvo claro que la información es poder. Ese insumo luego le permitiría encumbrarse en los dos gobiernos de la alternancia política.

Alejandro Gutíerrez

MADRID.- En su infinito afán de poder, Genaro García Luna siempre tuvo claro que la información es poder. Ese insumo luego le permitiría encumbrarse en los dos gobiernos de la alternancia política (Vicente Fox y Felipe Calderón), presentándose como el hombre fuerte de la seguridad pública en México.

Como secretario de Seguridad Pública Federal fue el principal operador de la política de Estado prioritaria de Felipe Calderón: “La guerra contra el narcotráfico”. Un episodio tan sangriento para el país como falso y fallido, porque terminó protegiendo a los capos a los que debía combatir.

Eduardo Pontones Chico le abrió las puertas del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen, al que llegó en 1993 como parte de una nueva generación de jóvenes agentes), pero su formación se da bajo la dirección de Jorge Tello Peón, y siempre protegido por su formador, el almirante Wilfrido Robledo, jefe en la Dirección de Protección de los servicios secretos.

En esos años García Luna se fogueó en las labores de inteligencia para la agenda de riesgos del país, pero también conoció los recovecos del espionaje político, lo que le permitió captar información de las cloacas del sistema. Al escalar posiciones se convirtió en jefe de unidad, donde investigó algunos secuestros que le hicieron ganarse el reconocimiento de importantes empresarios durante el mandato de Ernesto Zedillo. También formó parte del Grupo Antiterrorista, la entidad confidencial donde confluían especialistas en dicho tema tanto de la policía y de la Procuraduría General de la República (PGR) como de las Fuerzas Armadas, para el combate al Ejército Zapatista y otros grupos guerrilleros.

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Respaldado por Fox y por Calderón, y publicitado como el “superpolicía”, ahora el veredicto de culpabilidad por narcotráfico y delincuencia organizada dictado en la Corte del Distrito Este de Brooklyn, Nueva York, confirma su lado negro, que desde el principio fue documentado y denunciado por policías, militares, legisladores y medios, destacadamente Proceso.

Genaro, el hábil

En el sexenio de Ernesto Zedillo se nombró a Wilfrido Robledo primer comisionado de la Policía Federal Preventiva (PFP). Éste nombró a su protegido, Genaro García Luna, titular de la Coordinación de Inteligencia de la corporación. Ambos seguían cercanos a Tello Peón, que para entonces fungía como subsecretario de Seguridad Pública de Gobernación.

La tarea que hizo voltear las miradas a Wilfrido y García Luna fue el operativo de ingreso de la PFP a la Ciudad Universitaria para recuperar las instalaciones durante la huelga general, en febrero de 2000, acción que fue diseñada por los infiltrados de García Luna y operada por militares disfrazados de policías.

En diciembre de 2000, con la llegada de Vicente Fox a la Presidencia –primer gobierno no priista–, García Luna es nombrado director de la Policía Judicial Federal, con la orden presidencial de desmantelarla por su alto grado de corrupción y por estar totalmente penetrada por el narcotráfico.

Entonces, García Luna se mostraba como un eficiente hombre de Estado, pero echaba mano de su lado adulador con los nuevos inquilinos de Los Pinos. Se los gana compartiendo información sensible y espionaje de enemigos políticos, en especial a Marta Sahagún, y proporcionándoles guardaespaldas a muchos familiares y allegados a la pareja presidencial.

Sin embargo, poco antes, en su paso del gobierno de Zedillo al de Fox, no tuvo empacho en “ordeñar” toda la información de inteligencia estratégica de la Coordinación de Inteligencia de la PFP que estaba abandonando. “Ordeñó toda la información de las computadoras. Supimos que no sólo había inteligencia sino espionaje puro y duro, que le ayudó a venderse como superpolicía con Fox y Marta Sahagún”, confían al reportero dos agentes que pidieron el anonimato y que vivieron de cerca el episodio.

En el nuevo gobierno de Fox, que prometió ir por los “peces gordos” de la corrupción, rápido se alcanzó a García Luna y a su maestro Wilfrido Robledo. A siete meses de su arranque, en julio de 2001, ambos fueron denunciados por la Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo ante la PGR como presuntos responsables de un daño al erario por 151 millones de pesos en su gestión en la PFP, por la adquisición ilícita de un avión, cinco helicópteros y 167 vehículos.

El combate a la corrupción de Fox entonces hizo agua, porque el general Rafael Macedo, titular de la PGR, los libró de esa acusación: García Luna continuó y Robledo volvió, cobijado, a la Marina-Armada de México, su casa de origen.

El FBI mexicano y el Chapo

El 1 de noviembre de 2001 inició sus funciones la nueva policía impulsada por García Luna: la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), que promocionaba como “el FBI mexicano”, porque el objetivo era suplir una policía reactiva, como la corrupta Policía Judicial Federal, por métodos de investigación criminal.

Sin embargo, los viejos comandantes y agentes corridos de la Judicial Federal siguieron trabajando como “agentes libres” y le vendían en secreto información e investigaciones a García Luna, que pagaba con fondos de la AFI.

Los señalamientos de colusión con el narco y la participación de su equipo en otros delitos llegaron pronto. A grado tal, que en el medio policial, incluidos agentes de la DEA, les llamaban “la banda real de la AFI”.

El primer balde de agua fría para el gobierno de Fox fue la fuga de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, del penal de Puente Grande, en enero de 2001, a mes y medio de iniciado el sexenio. Por ello, el mandatario presionaba a los responsables de la seguridad con resultados para su recaptura.

En entrevista, el general Roberto Aguilera Olivera, entonces jefe del Centro de Inteligencia Antinarcóticos (Cian) de la Defensa Nacional, recuerda: “(El procurador) general Rafael Macedo de la Concha quiso hacer un experimento y le pidió al secretario de la Defensa (Gerardo Clemente Vega García) que de manera conjunta el Cian y la AFI hiciéramos el trabajo conjunto de investigación e inteligencia para detenerlo, porque el presidente Fox se había fijado la recaptura como su principal reto”.

El problema vendría cuando, después de una paciente investigación, “que nos condujo hasta una región de Nayarit, el operativo fracasó porque gente de García Luna alertó a Guzmán Loera y a su familia, que lograron huir del lugar”, explica el general.

Aguilera da su versión por primera ocasión, que contrasta con la aseveración que el autor de este reportaje hizo en su libro Narcotráfico. El gran desafío de Calderón (Planeta. 2007), en el sentido de que el militar fue “eficiente” en su combate a los carteles de Tijuana y el Golfo, pero en su área hubo “fugas de información” que frustraron los operativos contra El Chapo.

“En aquel momento tenía impedimento de hablar, ahora puedo contar que las fugas de información no vinieron ni de mí, ni del Cian, sino de la AFI, precisamente en ese operativo en Nayarit. En casi seis años en el Cian, de los 200 miembros que lo componían, sólo tuvimos dos elementos que se contaminaron y de inmediato los detuvimos, los interrogamos y los consignamos por un tema diferente al del Chapo”, relata.

“Yo trabajé muy estrechamente con José Luis Santiago Vasconcelos (subprocurador de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, SIEDO) todo el sexenio de Fox. Con Genaro, sobre todo al principio, con el tema del Chapo. Y debo decir que cuando en 2001 se da esa filtración de la AFI provocó que El Chapo tomara mayores precauciones y se instalara primero en Nayarit y luego en la zona más agreste de la sierra de Sinaloa, lo que incrementaba las dificultades para su recaptura, porque tenía círculos de seguridad que llegaban hasta Guadalajara y nosotros trabajábamos en unidades muy pequeñas y en el más absoluto secreto. Puedo asegurarle que de ahí (la sierra sinaloense) este narco prácticamente no se movía”, explica.

“Todavía en ese momento (2001), ni en José Luis ni en mí existía esa desconfianza hacia Genaro. Para nosotros era gente que estaba traicionando a Genaro, porque era totalmente cierto que había muchos agentes de AFI que estaban protegiendo a organizaciones y miembros del crimen organizado. En ese momento no teníamos la evidencia de que él estaba involucrado”, prosigue el especialista en inteligencia militar.

“Lo que no veíamos bien era que Genaro se sintiera afectado, porque se estaba deteriorando rápidamente el prestigio del organismo que dirigía; eso no nos gustaba”, señala Aguilera.

No obstante, en octubre de 2004 se da un hecho relevante con la fuga del comandante Domingo González Díaz, director del Centro de Mando de Operaciones Especiales de la AFI, cuando iba a ser detenido por la SIEDO, bajo el mando de Santiago Vasconcelos. Había una orden de detención por haber recibido un soborno de millón y medio de dólares de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, por órdenes de Arturo Beltrán Leyva, para que cambiaran al comandante en Nuevo Laredo, en plena guerra con Los Zetas, para poder apoderarse de esa plaza para traficar drogas, documentó el autor del libro arriba citado.

El subprocurador de la SIEDO había anunciado a García Luna, por cortesía, que iban a detener a González, pero huyó, dejando en evidencia la colusión de García Luna en la protección a los mandos policiales que eran parte de la protección territorial del crimen organizado.

El asalto a CU en el 2000

El nombre del “comandante Domingo” fue mencionado en el juicio de Nueva York por Sergio Barragán Villarreal, El Grande, como quien participaba en las reuniones donde se le entregaban fuertes sumas de dinero del Cártel de Sinaloa a García Luna y a su mano derecha, Luis Cárdenas Palomino.

En diciembre del mismo año se encontró sin vida a Enrique Salinas de Gortari dentro de un coche en Huixquilucan, Estado de México; la investigación de la Procuraduría del Estado de México concluyó que había sido asesinado dentro del vehículo. El hermano del expresidente Carlos Salinas de Gortari estaba siendo extorsionado por agentes de la AFI, mientras la víctima era reclamada en extradición por la justicia francesa, de acuerdo con la acusación del entonces procurador mexiquense Alfonso Navarrete Prida.

Aunque las pesquisas señalaban a un núcleo de implicados de más alto rango, sólo fueron detenidos y acusados los agentes de la AFI Eduardo Paredes Monroy y José de Jesús Medellín Simental, quienes estaban extorsionando a Enrique Salinas con 4 millones de dólares. Sin embargo, 15 meses después un juzgado de distrito los puso en libertad.

El 12 de noviembre de 2005 se produjo un cisma en la PGR que salpicaba a García Luna, cuando el periódico The Dallas Morning News difundió un video del interrogatorio de cuatro zetas atados y visiblemente torturados, en Acapulco, que termina con la ejecución de uno de ellos, Juan Manuel Vizcarra Cruz.

Ese mismo día, en rueda de prensa, Santiago Vasconcelos confirmó por primera vez que en la desaparición de los zetas –sucedida en mayo de 2005– estaban implicados miembros de la AFI adscritos al puerto, que trabajaban al servicio de los Beltrán Leyva.

A raíz de esta información se supo que Vasconcelos mantenía en total sigilo averiguaciones sobre estos hechos, que incluían una llamada anónima y un fax que habían llegado a la Visitaduría de la PGR, en la que una persona anónima, que dijo ser integrante del Cártel del Golfo, denunciaba la desaparición de estos zetas a manos de afis “que le jugaban a narcopolicías, porque en lugar de ponerlos a disposición del Ministerio Público, se los entregaron a Arturo Beltrán Leyva”, cita el libro.

“De antemano sabemos que el director de la AFI, Genaro (García) Luna está coludido con la organización de Beltrán Leyva, quien ha recibido grandes cantidades de dinero por medio de un director de nombre Domingo González”, dijo el hombre en la llamada.

Entre los implicados en los secuestros estaba el subcomandante Salvador García Ortiz, el jefe regional José Carreto Ortega y 10 agentes más, que entregaron a los zetas a Valdez Villarreal, La Barbie, incluye el libro.

Este parteaguas hizo que García Luna nos considerara a Vasconcelos y a mí “sus enemigos, en especial a José Luis”, recuerda el general Aguilera, quien consideró “injusto” que el procurador Macedo se “aliara” con Genaro y fuera muy crítico con Vasconcelos, al grado que llegó a reprocharle “si trabajaba para la Sedena o para la PGR, por la mancuerna que habíamos hecho para distintas operaciones con el equipo compacto de ocho o nueve personas de José Luis. Que era una queja permanente de Genaro con Macedo”, que buscaba abrogarse los méritos de las operaciones.

El 21 de noviembre de 2005, tras el escándalo del video y la implicación de la AFI, en una reunión en Los Pinos, encabezada por Fox y su esposa Marta Sahagún, el procurador Francisco Daniel Cabeza de Vaca, acompañado por García Luna, el secretario de la Defensa, Clemente Vega, y el embajador estadounidense, Tony Garza (…) el presidente tomó la decisión: ‘Que salga Vasconcelos’”. Incluso añadió, “al fin que es un funcionario de segundo nivel”, apunta el libro citado.

Sin embargo, la presión inmediata del Departamento de Justicia desde Washington hizo que el embajador Garza tuviera que reunirse de urgencia horas después para sugerirle que no era conveniente el cambio, que Vasconcelos era un “interlocutor fiable para las agencias estadounidenses”, y que “quizá sería más fácil cambiar al procurador que al subprocurador. Vasconcelos no se fue”.

Calderón y el ingeniero

El excomisario Javier Herrera Valles es quien hizo la mejor radiografía de cómo García Luna hizo su coto personal de la Secretaría de Seguridad Pública, con la protección del presidente Felipe Calderón. Pero también conoció la más ruin venganza de García Luna, que lo mantuvo tres años y nueve meses en prisión.

El entonces coordinador de Seguridad Regional de la PFP documentó, desde el interior de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), el uso faccioso que el secretario hizo para la adquisición de aeronaves y equipos sin licitación, el reparto de altos cargos de responsabilidad en la Secretaría y la Policía Federal para los amigos e incondicionales del grupo de Genaro, muchos de ellos sin pasar los exámenes de control de confianza.

Lo hizo en dos cartas dirigidas al presidente Calderón, una en febrero y otra en mayo de 2008, en las que revelaba que la descomposición era “producto de la ineficacia y la corrupción de los elementos de la renovada corporación con comandantes regionales de la AFI supuestamente certificados con altos estándares de confiabilidad (…) quienes durante el sexenio anterior se vieron inmiscuidos en diferentes actos de corrupción (venta de plazas, secuestro, homicidio, narcotráfico, protección a la delincuencia organizada entre otros), desde sus directivos hasta los agentes de más alto nivel” (Proceso 1637, 1651 y 1853).

"El Chapo". Dificil recaptura

Le documentó el desorden, la improvisación, la corrupción, el incumplimiento de programas, resultados “maquillados”, que hacían una “mentira la guerra contra el narcotráfico”, entre otras cosas. Las misivas terminaron en el escritorio de García Luna y Calderón, hasta ahora, sigue negando haber conocido esas denuncias ampliamente documentadas.

Arropado por Calderón, García Luna logró ejercer un presupuesto de 30 mil millones de pesos en la SSP, segundo después de la Sedena, y en sus discursos repetía conceptos como “una corporación moderna”, “profesionalización”, “capacidad de respuesta”, aunque los hechos eran muy distintos: sus agentes salían a comisión sin equipo, sin viáticos, sin coordinación y muchos, a merced de la delincuencia organizada.

En junio de 2010 se homenajeó a 15 agentes asesinados la víspera; 12 de ellos en una emboscada de La Familia Michoacana, en Zitácuaro, cuando regresaban de una misión en Ciudad Hidalgo (Proceso 1755). Pero el homenaje olvidó a otros siete federales que, seis meses antes, habían sido desaparecidos y asesinados por la misma organización cuando se dirigían a tomar posesión, en el mismo municipio de Hidalgo. Otros cuatro agentes fueron secuestrados en Tamaulipas por Los Zetas y siete más, asesinados en Culiacán a manos del Cártel de Sinaloa.

Muy pronto los hechos le dieron la razón al comisario Valles: la ruptura entre Joaquín Guzmán Loera-Ismael El Mayo Zambada con los Beltrán Leyva dejó en la picota al grupo de García Luna –éste, incluso ‘levantado’ por Arturo Beltrán, como publicó Proceso (1672), tema sobre el que declararon varios testigos en Nueva York–.

Por ejemplo, el 8 de mayo de 2008 fue ultimado Eusebio Millán, coordinador de Seguridad Regional de la PF y amigo de García Luna desde el Cisen, cuando llegaba a su casa de la colonia Guerrero. Una semana antes habían ultimado a Roberto Velasco Bravo, director de crimen organizado de la PFP. En junio es ejecutado Igor Labastida, director regional de tráfico y contrabando de la Policía Federal.

En diciembre de 2009, Édgar Enrique Bayardo del Villar, exinspector de Operaciones de la PFP, y protector de los Zambada García, fue ultimado en una cafetería de la calle Pilares, en la Colonia del Valle, mientras estaba bajo custodia de la PGR.

Los caídos de su círculo cercano estaban incluidos en el diagrama presentado por los fiscales en Nueva York, donde bajo García Luna estaban sus principales apoyos: Luis Cárdenas Palomino y Ramón García Pequeño; en tercer nivel, Facundo Rosas, Armando Espinosa de Benito, Millán, Iván Reyes, Víctor Garay Cadena, Bayardo y Gómez Meza, entre otros.

La megalomanía de García Luna, se vio reflejada en un artículo publicado en El Universal –medio aludido en la Corte de Brooklyn por recibir 25 millones de pesos al mes para ensalzar la imagen del superpolicía–, cuando Antonio Navalón tituló su colaboración “Cuenta Atrás” del 25 de octubre de 2010: “García Luna, ¿Presidente?”

Escribió: “Si García Luna le da la cabeza de los gobernadores priistas al presidente Calderón y además cayera un pez gordo del narco, entonces el candidato ideal, el hombre que levantó al PAN de su estado, aunque él no sea panista, sería el secretario de la tan anhelada Seguridad Pública”. Y apuntaba que si era real la teoría de que el “presidente favorito de Calderón es Díaz Ordaz”, cumpliría “el sueño de ver convertido a su hombre de fuego y acero, García Luna, en su Echeverría, para poderle entregar la banda presidencial”.