“Nosotros resistimos más que los Ortega-Murillo"


Dora María Téllez no parece ser una exprisionera política que acaba de salir de una cárcel en la que el presidente nicaragüense, Daniel Ortega –considerado “dictador” por varios de sus colegas de la izquierda latinoamericana–, la mantuvo 605 días. Estaba en una celda en tinieblas, en aislamiento total y tenía prohibido hablar, escribir y leer.

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Rafael Croda

Bogotá.— Dora María Téllez no parece ser una exprisionera política que acaba de salir de una cárcel en la que el presidente nicaragüense, Daniel Ortega –considerado “dictador” por varios de sus colegas de la izquierda latinoamericana–, la mantuvo 605 días. Estaba en una celda en tinieblas, en aislamiento total y tenía prohibido hablar, escribir y leer.

Al otro lado de la línea telefónica se escucha recia y vigorosa. Habla con elocuencia y convicción, como si el encierro no le hubiera hecho mella.

“No sé bien cómo hace uno –asegura–, pero yo estaba consciente de que mi posición debía ser de resistencia y de que mi salud mental y mi salud física eran absolutamente esenciales, aunque me tuvieran aislada, sin comunicación, sin visitas.”

Sola en su celda, condenada al silencio y a vivir las 24 horas en una oscuridad “insoportable”, la exguerrillera de 67 años daba vueltas y vueltas en el reducido espacio, hasta 80 vueltas cada día, hasta que le dolían los pies, “hasta vencer la mañana”. La tarde era un tedio. Sólo pensaba. Y en la noche trataba de dormir bien, lo que casi siempre lograba.

“Yo tengo una resiliencia elevada –dice–, tal vez por la vida que lleve más joven (ingresó a la guerrilla sandinista a los 18 años y aprendió a desenvolverse con soltura en la clandestinidad). No sabría decir cuál es el secreto, pero no soy fácil de quebrar, eso lo heredé de mi madre (María Dora Argüello). Por eso logré salir de eso que describo como un purgatorio”.

–¿El objetivo era quebrarla? –se le ­pregunta.

–Así es. Era que les pidiéramos perdón, clemencia, pero Ortega y (su esposa, la vicepresidenta) Rosario Murillo no lograron eso de ninguna presa o preso político. Nadie les pidió perdón, nadie salió de ahí por haberse arrodillado frente a ellos. Salimos los 222 (presos políticos desterrados a Estados Unidos el 9 de febrero) porque los Ortega ya no pudieron resistir y nosotros resistimos más que ellos, más que su dictadura brutal, más que su odio desnaturalizado, esa es la realidad.

Dice que, eso sí, nadie salió ileso de la cárcel. Dora María tiene trastornos de equilibrio y un daño ocular severo por la prolongada oscuridad. Otros presos políticos desterrados tienen trastornos de ansiedad, depresión y angustia. A algunos más se les olvidaron los nombres de sus hijos. “Es como salir herido de un combate”, asegura la excomandante guerrillera.

Ese combate también dejó muertos. El excomandante sandinista Hugo Torres, quien participó en 1974 en un operativo guerrillero para sacar de la cárcel a Daniel Ortega, murió como preso político de éste en febrero de 2022. En 1995 participó junto con Dora María, el escritor Sergio Ramírez y varios disidentes del orteguismo en la fundación del progresista Movimiento Renovador Sandinista, que después se convirtió en Unamos.

“Hugo se enfermó gravemente en la cárcel –recuerda– y ahí hubo una negligencia grave en su atención. Cuando la gravedad era tal, lo tuvieron que llevar al hospital, y Ortega lo mantuvo preso dentro del hospital. Ahí murió.”

Ortega y su esposa han mostrado una saña especial con sus antiguos compañeros de armas. Cuando la policía del régimen allanó la casa de Dora María para detenerla, el 12 de junio de 2021, se llevó todas sus pertenencias, hasta sus discos de Pedro Infante. Su celda tenía cámaras y micrófonos para monitorearla las 24 horas, para despojarla de toda intimidad.

“Querían que nos enloqueciéramos. Esto es porque, lo quieran o no lo quieran, nosotros somos imágenes del sandinismo que derrotó a la dictadura de los Somoza y que ahora lucha contra la dictadura de los Ortega-Murillo. Esa es la rabia que nos tienen.”

También se han ensañado contra las mujeres. Entre las presas políticas había otras tres dirigentes del partido Unamos: Ana Margarita Vijil, Tamara Dávila y Suyen Barahona. “La dictadura no tolera que uno no agache la cabeza, que uno no se rinda, y esa es exactamente la razón de ser del odio especial y particular de los Ortega-Murillo contra mí, contra nosotras, contra las presas y presos políticos”.

–A usted le impidieron leer. Su hermano Óscar alguna vez nos dijo que esa era la peor tortura que le podían hacer, prohibirle leer sus libros. ¿Es así? –se le pregunta a Dora María.

–Completamente –dice–, pero no sólo a mí. Para todos eran cero libros, cero lecturas, ni la Biblia ni un libro religioso ni libros políticos ni libros de poesía, ninguno; ni papel ni lápiz, nada. Lo que hacíamos era leer las etiquetas de los productos que nos llegaban ahí de parte de nuestra familia, algunos de refrescos, de yogur, con muchos trabajos, por la oscuridad.

–Rosario tiene la reputación de ser la que promueve las medidas represivas contra la oposición…

–Es que ella y Daniel son una pareja de poder y comparten el poder de mutuo acuerdo, y de mutuo acuerdo es que han procedido en una política brutalmente represiva. Decir que Rosario Murillo es la mente diabólica y que Daniel Ortega no, sería injusto. Ortega es el que ha construido el edificio de esa dictadura, en la cual Rosario Murillo se monta como parte de una dinastía familiar igualita que la de los Somoza.

“Lo que pasa –agrega– es que a Ortega le gusta que Rosario parezca como la mala, y hay sectores dentro del gobierno que son danielistas y creen que Rosario ha hecho un gran daño y que el comandante no se da cuenta. Eso no es cierto. Aunque Rosario tiene una enorme cuota de poder y se encarga de la administración del gobierno, porque a Ortega no le gusta hacer eso.”

En esa dinastía familiar, explica Dora María, los hijos de la pareja cumplen papeles específicos. Laureano, que es tenor, está siendo perfilado como el sucesor político. Camila, que fue modelo, es la asistente de confianza de Rosario y a través de ella gira órdenes a la cúpula del gobierno. Juan Carlos se encarga de la comunicación y de las campañas sucias en redes sociales. Rafael es el encargado de llevar los negocios.

Dora María sólo lleva dos semanas en libertad y le ha costado ponerse al día sobre lo que ocurrió en Nicaragua y en el mundo durante su reclusión.

“Es bien cansado y es difícil. Me canso rápidamente y estoy funcionando a media capacidad en realidad. Tengo el problema en la vista y ciertos mareos por la pérdida del equilibrio, por la oscuridad, por todo el tiempo sin hablar, por todo el aislamiento en silencio. Oír y oír personas también es agotador. No es un asunto fácil ponerse al día, en eso estoy.”

–¿Está leyendo algún libro en estos momentos?

–Sí. Me regalaron Sapiens (del escritor israelí Yuval Noah Harari), que es el libro que quería leer en la cárcel y que nunca me permitieron.