Manifestación en Ámsterdam. Apoyo a la baja
París.— Un año después de la invasión rusa a Ucrania, los jefes de Estado europeos, cada vez más implicados en el apoyo militar y económico a Kiev, se muestran atentos a los sondeos de opinión llevados a cabo en sus respectivos países y a escala internacional. En realidad los observan con preocupación.
En Gran Bretaña y la Unión Europea el apoyo de las poblaciones a Ucrania sigue siendo mayoritario, pero empieza a disminuir de forma más o menos marcada, según los países.
Es lo que destaca el informe Miradas europeas sobre la guerra en Ucrania un año después. Principales enseñanzas, publicado el viernes 24 por la Fundación Jean-Jaurés, influyente centro galo de análisis e investigación.
Basándose en sondeos de opinión realizados cada tres meses desde marzo de 2022 en Gran Bretaña y seis naciones de la Unión Europea –Polonia, España, Francia, Italia, Alemania y Países Bajos–, los expertos de la fundación siguen de cerca la evolución del sentir de una muestra importante de pueblos europeos.
Los sondeos más recientes se efectuaron el pasado enero e indican que 82% de los británicos, 79% de los polacos, 74% de los españoles y 71% de los holandeses siguen teniendo una buena imagen de Ucrania y resaltan en cambio que los franceses (64%), los italianos (62%) y los alemanes (61%) se muestran un poco menos entusiastas.
Precisa Jerôme Fourquet, destacado politólogo francés y autor del informe: “Aun si estas cifras demuestran que los pueblos de estos siete países eligieron claramente ‘su bando’, la persistencia de los combates, las cada vez más frecuentes y apremiantes solicitudes de suministro de armas de parte de Kiev y las consecuencias de la guerra sobre la situación económica nacional e internacional parecen generar una erosión progresiva de la popularidad de la causa ucraniana en Europa”.
Y agrega: “Se notan cansancio e inquietud sobre el desenlace del conflicto y eso es particularmente patente en el caso de los franceses, los italianos y los alemanes, 82%, 80% y 86% de los cuales, respectivamente, apoyaban a Ucrania al principio de la guerra. Eso representa una baja de 18 puntos en el caso de los franceses y de los italianos y de 25 puntos en el de los alemanes. Lo mismo pasa pero a escala mucho menor con los polacos y españoles, cuyos porcentajes de fervientes aliados de Ucrania bajó respectivamente de 91% a 79% y de 80% a 74%.”
Esa distancia de geometría variable tomada con Ucrania no se traduce sin embargo con un cambio de opinión sobre Rusia, cuya imagen sigue siendo muy negativa. Los italianos son una excepción: 13% de ellos miraban a Rusia con buenos ojos en marzo de 2022. Hoy son 23%.
Resulta interesante la evolución de la opinión pública europea sobre las sanciones económicas impuestas a Rusia por la coalición occidental encabezada por Estados Unidos.
Si bien esa política sigue siendo mayoritariamente aprobada, ahí se nota también cierta erosión: hoy 86% de los polacos está de acuerdo con sancionar a Rusia, eran 91% en marzo de 2022; 77% de los españoles aplauden las medidas drásticas tomadas contra Rusia, pero eran 82% en mayo de 2022. En Francia el nivel de aprobación baja de 72% en marzo de 2022 a 67% hoy, en Italia de 80% a 65%, y en Alemania de 80% a 62%.
Ese fuerte cambio en los dos últimos países se explica en gran parte porque su economía depende ampliamente de las importaciones de gas ruso y de sus importantes exportaciones hacia Rusia, hoy profundamente perturbadas o interrumpidas.
Conflictivo resulta el tema del suministro de armas a Ucrania en Europa. Aparece en ese caso la misma división entre los cuatro países firmemente determinados a ayudar al máximo a Ucrania y los tres más prudentes.
Polonia encabeza el primer grupo, ya que 80% de los entrevistados aboga a favor de la entrega de todo tipo de armas a “su vecino”; siguen los británicos (70%), holandeses (67%) y españoles (60%). Integran el segundo bando los franceses, con 54% de los consultados de acuerdo con otorgar armamento a los ucranianos, los alemanes (52%) y los italianos (49%).
Fourquet hace hincapié en la situación de Alemania. Según explica, el hecho de que se proceda cada vez más a suministrar artefactos bélicos pesados agudiza el rechazo de la política gubernamental por una parte creciente de la opinión pública.
“En ese país, que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se caracteriza por un fuerte tropismo pacifista, la aprobación del envío de armas a Ucrania bajó de 60% en marzo de 2022 a 52% hoy, y la oposición a esa política sube simétricamente de 28% a 41%. En la zona que fue la República Democrática Alemana la adhesión a la entrega de armamento es de 37%, contra 55% en la zona que fue la República Federal. Estas cifras explican en gran medida por qué el canciller alemán, Olaf Scholz, vaciló tanto tiempo antes de aceptar el suministro de tanques Leopard a las fuerzas de Kiev.
Las divergencias sobre la oportunidad de dotar Ucrania de más material militar pesado no surgen solo entre Estados, sino también en el seno de las sociedades de estos mismos Estados.
En todos la aprobación de las mujeres es inferior a la de los hombres:17 puntos separan a los alemanes (60%) de las alemanas (43%); hay 16 puntos de diferencia entre los franceses (62%) y las francesas (46%) y “sólo” siete puntos entre los polacos 83% y las polacas 76%.
Pero las disensiones entre generaciones son aún más agudas: 56% de holandeses de menos de 35 años se dicen de acuerdo con el envío de armas a Ucrania, mientras 82% de los mayores de 65 años comparten esa posición. Misma diferencia en Gran Bretaña, con 62% de jóvenes y 87% de mayores a favor de un apoyo militar, 47% y 70% en España, 45% y 63% en Alemania e Italia, 54% y 63% en Francia. En Polonia inclusive existe una brecha entre los jóvenes (74%) y los mayores (87%) que aprueban la ayuda militar.
Según Fourquet, en el caso de los jóvenes hay una razón evidente: las nuevas generaciones suelen ser animadas por convicciones pacifistas. Pero para entender el caso de los mayores se debe tomar en cuenta la historia especifica de Europa. Las personas de 65 años tenían 30 a la caída del Muro de Berlín. Esa generación creció en una situación geopolítica dominada por el enfrentamiento entre “los dos bloques” y obsesionada por “el peligro soviético”.
Fourquet. Popularidad "erosionada"
Esa generación –y con más razón la que la antecede– percibe en la guerra de Ucrania muchas reminiscencias de la Unión Soviética: carrera de Vladimir Putin en el seno del KGB, imágenes de tanques rusos que parecen sacados del arsenal del Ejército Rojo, problemas alrededor de la central atómica de Chernóbil, banderas soviéticas a veces blandidas por soldados rusos…
“El conflicto actual reactiva el fantasma de la amenaza soviética en la mente de esa generación europea que vivió la Guerra Fría. En Polonia, es más fuerte aun porque los mayores de hoy tenían 25 años o más cuando el general Jaruzelski instauró el estado de sitio entre 1981 y 1983 y, por lo tanto, experimentaron la dominación de la Unión Soviética. Eso los vuelve particularmente sensibles a la lucha del pueblo ucraniano contra las fuerzas rusas”, analiza Fourquet.
La adhesión de Ucrania a la Unión Europea tampoco despierta unanimidad entre los pueblos europeos, pese a la acogida triunfal de Volodimir Zelinski en el Parlamento Europeo el pasado jueves 9 y de la cena del líder ucraniano en el Palacio del Elíseo con Emmanuel Macron y Olaf Scholz el día anterior.
Es precisamente en Francia y Alemania donde la opinión pública se muestra más escéptica: sólo un poco más de la mitad de los franceses (55%) y de los alemanes (52%) se dicen favorables a la integración de Ucrania a la UE mientras 82% de los polacos, 79% de los españoles, 64% de los holandeses la consideran indispensable.
Fourquet insiste sobre otra enseñanza de los sondeos de la Fundación Jean-Jaurès: “Cuando uno analiza detalladamente los resultados, país por país, surgen fracturas partidistas que se repiten casi en toda Europa. Los electores de los partidos de centro-derecha y de derecha son los que más apoyan la causa ucraniana y se muestran más críticos hacia Rusia, mientras que los simpatizantes de la derecha radical y en menor medida los de la izquierda radical se notan más distanciados de Ucrania y expresan de manera diversa cierta proximidad con Vladimir Putin”.
En Francia 87% de los electores de Macron y 62% de los de Jean-Luc Mélenchon (izquierda radical) tienen una buena imagen de Ucrania, mientras menos de la mitad del electorado de Marine Le Pen (49%) y del de Eric Zemmour (47%), ambos de ultraderecha, comparten esa posición.
El mismo esquema se reproduce en Alemania, Italia y Holanda.
Enfatiza Fourquet: “Si bien la invasión rusa dio la oportunidad a las naciones europeas de constituir un bloque de apoyo a Ucrania y de reafirmar su apego a un cierto número de valores fundadores de la construcción europea, ese conflicto también ilustra y agudiza en el seno de casi todas las opiniones públicas nacionales una brecha entre, por una parte los electores de un ‘arco central’ que va de la izquierda gubernamental a la derecha gubernamental, pasando por los centristas y los ecologistas, y por otra los electores de la ultraderecha y en cierta medida de la izquierda radical. Eso demuestra que ahora en la Unión Europea estamos en presencia de una fractura electoral e ideológica más estructurante que la antigua división entre izquierda y derecha”.
Durante su minigira por Ucrania y Polonia los pasados lunes 20 y martes 21, el presidente estadunidense, Joe Biden, se vanaglorió de la solidez de la unidad de la OTAN frente Vladimir Putin.
Biden y Zelenski. Visita sorpresa
Esa cohesión no debería cegar la coalición occidental que apoya a Ucrania contra Rusia, enfatizan los autores de “United West, divided from the rest: Global public opinion one year into Rusia’s war in Ukraine” (“Occidente unido, apartado del resto del mundo: opinión pública global un año después de la Guerra de Rusia contra Ucrania”), informe publicado el pasado viernes 22 por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), afamado think tank cuyo objetivo es “producir análisis estratégicos que ayuden a definir una política exterior y de seguridad coherente y fuerte de la UE”.
Elaborado en colaboración con académicos del St Antony’s College de la Universidad de Oxford, ese denso trabajo concluye con una advertencia:
“La victoria de Ucrania será determinante para configurar el futuro orden europeo. Pero es altamente probable que no permitirá restaurar el orden liberal global liderado por Estados Unidos. Por el contrario, a Occidente le tocará asumirse como parte de un mundo multipolar, con dictaduras hostiles como las de Rusia y China y potencias independientes como India y Turquía. Y eso puede acabar siendo el cambio geopolítico más trascendental generado por la guerra: la consolidación de la unidad de la comunidad occidental se da en un mundo posoccidental cada vez más fragmentado.”
Los investigadores del ECFR realizaron sondeos de opinión en Gran Bretaña y nueve países de la UE –Dinamarca, Estonia, Francia, Alemania, Italia, Polonia, Portugal, Rumania y España–, así como en India, China, Turquía, Rusia y Estados Unidos. Estos se llevaron a cabo entre diciembre de 2022 y enero de 2023. No se sabe por qué no incluyeron por lo menos un país de América Latina en su estudio.
Precisan que en el caso de Rusia e India, sus colaboradores locales encontraron personalmente a sus entrevistados; en el caso de Rusia por cuestiones de seguridad y en el de India, por falta de infraestructuras digitales en zonas rurales.
¿Parar la guerra o ganarla? Tal es la primera pregunta que se hace a las personas consultadas.
Hasta la fecha pocos europeos divergen de sus líderes, que claman al unísono con Joe Biden que Ucrania debe ganar la guerra: sólo 30% de los ciudadanos de la UE, 22% de los británicos y 21% de los estadunidenses consideran que urge poner fin a la guerra, aun si eso implica que Rusia siga controlando las regiones ucranianas que ocupa; en cambio, es lo que reclaman 54% de indios, 48% de turcos, 42% de chinos.
Otra pregunta concierne a la imagen que los entrevistados tienen de Rusia. ¿Consideran ese país como un aliado con el que se comparten intereses y valores, un socio con el que es estratégico colaborar, un rival o un enemigo con el que se está en conflicto?
Sin sorpresa, 77% de los británicos, 71% de los estadunidenses y 66% de los europeos ven a Rusia a la vez como un enemigo y un rival con el que vislumbran una incesante confrontación. Por su lado, 51% de los indios, 35% de los chinos y 14 % de los turcos sienten a Rusia como un aliado con el que tienen valores en común; 29% de los indios, 44% de los chinos y 55% de los turcos abogan a favor de una cooperación con Rusia, considerada un socio estratégicamente importante. O sea que 80% de los indios, 79% de los chinos y 69% de los turcos aspiran a mantener estrechas relaciones con Rusia. Más interesante aun: en estos tres países entre 40 y 60% de los entrevistados consideran que Rusia no sale debilitada de este año de guerra.
Los tres autores del informe del ECFR confiesan su sorpresa al descubrir que tanto en la comunidad occidental como fuera de ella la mayoría de los ciudadanos están conscientes de un cambio de era.
“Paradójicamente la nueva unidad occidental que se consolidó ante la agresión rusa no significa la resurrección de un orden internacional liberal liderado por Estados Unidos”, constatan. “Sólo 9% de los estadunidenses, 7% de los europeos y 4% de los británicos siguen creyendo en la supremacía global de Washington. Tanto en Europa como en Estados Unidos prevalece la idea de un regreso a un mundo bipolar dominado por Estados Unidos y China. Resurgen los recuerdos de la Guerra Fría”.
Los sondeos de opinión revelan sin embargo que fuera de la comunidad occidental las personas entrevistadas en India, China, Turquía y Rusia distan de compartir esa visión.
Putin. Reprobado
“Con todo”, aseguran los analistas del EFCR, “61% de los rusos y de los chinos, 51% de los turcos y 48% de los indios piensan que el futuro orden mundial será multipolar o dominado por China (inclusive por otra potencia no occidental), punto de vista que sólo comparte 37% de los estadunidenses, 29% de los británicos y 31% de los ciudadanos de la UE.”
Los casos de India y Turquía llaman la atención. Los entrevistados en ambos países están conscientes de que la comunidad occidental les exigirá elegir “su bando”, pero rechazan categóricamente esa perspectiva. Por el contrario, abogan a favor de una “soberanía flexible”. Ven cada conflicto entre las grandes potencias como una oportunidad de reafirmar su independencia y su rol en el mundo.
El informe del ECFR subraya que, conscientes de pertenecer a importantes potencias emergentes, los turcos y los indios consideran que pueden cooperar con Occidente en ciertos campos y en otros no. Al contrario de lo que pasaba durante la Guerra Fría, estiman que ser socios comerciales de Occidente no significa ser su aliado en materia de seguridad y que tener relaciones con Estados Unidos y Europa no es incompatible con seguir tejiendo fuertes lazos con China y Rusia.
Concluyen los autores del informe: “A nuestro juicio, Occidente debería tener la sabiduría de tratar a India, Turquía y otras potencias comparables –pensamos por ejemplo en Brasil– como nuevos sujetos soberanos de la historia mundial y no como objetos que se debe jalar del ‘buen lado de la historia’.
“Estos países no representan un tercer bloque ni un tercer polo de la política internacional. No comparten la misma ideología. Tienen intereses divergentes. Saben que no ejercen la influencia de Estados Unidos y China pero no les hace gracia servir de variable de ajuste en los planes de las superpotencias. En lugar de obligarlos a tomar partido en la guerra de Ucrania y a apoyar los esfuerzos de Occidente por mantener un orden ‘post Guerra Fría’ que va desapareciendo, más valdría considerarlos socios para construir un nuevo orden mundial.”